En
1616 se concluía
con el coro las obras de la
Iglesia Arciprestal de Nuestra Señora de la Asunción, que se prolongaban desde que se colocara la primera piedra en
1546. Por tanto la torre del templo llevaba ya tiempo terminada.
Se trataba de una torre de planta cuadrada, construida en mampostería, y que posiblemente estaría culminada por un cuerpo de campanas, con bolas en las esquinas y en los centros de los lados, tal como ocurre en Hellín, Caudete o Jorquera. Este sería su posible aspecto hasta llegar a finales del
siglo XVII y principios del
XVIII, cuando se le añade un chapitel barroco, que en la zona levantina se suele coronar con cúpulas de teja vidriada.
Este consiste en un cuerpo de sillería sobre el que se asienta otro ochavado de campanas, compuesto por lados mayores en los frentes y pequeños en las esquinas, separados por pares de pilastras jónicas y defendidos por una balaustrada de piedra. Cuatro ménsulas invertidas hacen de transición entre las esquinas del cuerpo inferior y los cuatro lados menores del cuerpo de campanas. La cúpula es de tejas vidriadas en dos colores, blanco y azul, rematada por una gran veleta. La altura de la torre es de unos 50 metros, 40 hasta el campanario. Posee varias campanas, cuyos tañidos acompañarán la vida (y la muerte) de los tobarreños durante unos 200 años.
Llega el Siglo XX, el peor para la historia del templo, que había sobrevivido incluso a
la invasión francesa. La
Guerra Civil estalla en
1936 y la Iglesia sufre sus consecuencias: se destruye su patrimonio artístico y las campanas son arrojadas desde la torre (conservando luego solo una).
Pero el año más fatídico será el de
1952, con el templo recuperado a duras penas del daño causado por la ya citada contienda.
Subida del Cristo en los años 40
Desde años atrás ya se habían ido apreciando grietas en la torre, para preocupación de unos y tranquilidad de otros, que pensaban que esas grietas habían estado allí siempre y que la torre no se caía. Sin embargo llegó la Navidad de 1951 y la situación comienza a ser alarmante, y más cuando los testigos de yeso y papel que coloca
Tomás Pastor Bleda empiezan a romperse en una noche.
El alcalde,
Don Antonio Martínez García, avisa al arcipreste de Hellín,
Don Antonio Sánchez, que en compañía del constructor
Carmelo Garaulet inspecciona la torre, aconsejando debido a su estado de ruina que se tomen las medidas pertinentes para evitar accidentes personales, como acordonar los alrededores y desalojar las viviendas colindantes.
En la Misa del Gallo se podían apreciar ya grietas en el coro y en la escalera de la torre, y además se había desplomado un trozo de la parte alta de la torre. El martes 8 de enero acude el Obispo, el
Doctor Tabera y Araoz, acompañado de uno de los Arquitectos Diocesanos,
Baldomero Pérez Villena, y se decide cerrar el templo al culto y realizar unos sondeos para ver si puede prevenirse la catástrofe.
El domingo anterior hubo misa (festividad de los Reyes Magos) y novena por la tarde, y también el lunes, con gran concurrencia de fieles (María “
la Percalina” recordaba haber asistido a un funeral). Uno se plantea la tragedia que habría tenido lugar si el desplome hubiera ocurrido entonces.
El día 9 visita el templo de nuevo, con más detenimiento, el Arquitecto Pérez Villena, que confirma la amenaza de derrumbe. Se personan en el pueblo el arcipreste de Hellín, el aparejador Don Juan López, y Garaulet con una brigada de obreros, técnicos y personal. Se desalojan las casas de los alrededores y se prohíbe circular por los alrededores, bajo orden del Alcalde, que comunica a los afectados el jefe de policía,
Miguel Sánchez “Cadillo”.
El arquitecto Pérez Villena con el Alcalde y el Párroco
Los operarios de Garaulet colocan unos andamios en el interior de la torre para reforzar la pared la misma mañana del día 11. Salieron a comer y ya no se atrevieron a entrar.
La tarde del
11 de enero de 1952 Tobarra pierde su torre y con ella gran parte de su Iglesia.
El diario Albacete lo relata así: “A las seis menos diez de la tarde, siendo anunciado por el desmoronamiento y caída de cascotes de la pared central de la torre y poco minutos después ésta se quedó partida de arriba abajo, en el lienzo comprendido desde el tejado a la campana, cayendo sobre la parte de la iglesia donde se encontraba el coro y sobre la Plaza, y seguidamente, casi sin interrupción, el resto de la torre precipitándose en bloque sobre la plaza, la cúpula y la única campana que en él había,…”
La noticia en el diario ABC
El Gobierno Civil dispone que salgan para Tobarra los bomberos y una ambulancia para que prestaran los servicios que fueran necesarios. Se personan el Secretario General del Gobierno Civil,
Don Ángel Malagón del Castillo (Don Francisco Rodríguez Acosta, Gobernador Civil, estaba enfermo), el Obispo
Don Arturo Tabera,
Don José María Larrauri, secretario-canciller del Obispado y
Don Rafael Pastor Cantó, canónigo de la Santa Iglesia Catedral. Son recibidos por el Alcalde, por
Don Antonio Redondo Redondo, cura párroco, y por otras autoridades locales, de Hellín y de Albacete, con la presencia del corresponsal del diario Albacete,
Don Tomás Arjona Cuartero (jefe local de la Falange).
Los gritos provenientes de entre los escombros conducen a los bomberos de Hellín y a la brigada de obras del puente de la N-301, tras una hora de trabajo, hasta una magullada
Milagros Martínez García, de 66 años, que se salvó al quedar en el hueco entre una mesa de la sastrería y unas tablas de la techumbre.
Distinta suerte corrió su hijo,
Juan Huerta Martínez, de 36 años, sastre de profesión. A las ocho y media se encontraba su cadáver aplastado, con un pie cogido por la puerta, lo que hace pensar que abandonaba la casa en ese momento al advertir el peligro.
La familia Huerta se había mudado a la calle Daniel Chulvi, pero conservaba en la placeta la sastrería, donde en ese momento confeccionaban los uniformes para la Banda, que estrenarían por San Antón. El entierro de Juan Huerta fue todo un acontecimiento para el pueblo. Se celebró al día siguiente, con un gran cortejo fúnebre acompañado por la Banda de Música, ya que tanto él como su hermano eran músicos.
Los bomberos de Albacete se encargan de realizar los trabajos necesarios ante el peligro de hundimiento de otra parte de la casa y de la parte superior de la Iglesia. La madrugada del día 12 se produce el traslado del Santísimo hasta la Ermita de la Purísima (reabierta al culto mientras se acondicionaba el Convento) por parte del cura de San Roque,
Don Jesús Tormo Alarcón.
La investigación sobre las causas del hundimiento revela que se produjo debido a la desintegración de los materiales por aplastamiento. Recordemos que la parte superior era de sillería y la inferior de mampostería ordinaria, con relleno de materiales de derribo en el interior de muros. Al solicitar la rehabilitación del templo a la
Dirección General de Regiones Devastadas o la
Junta de Reconstrucción de Templos Parroquiales, se recordó además “el mal trato que recibió el templo, como todos los dedicados al Culto, y el resquebrajamiento que sufrieron los muros al ser derribadas las enormes campanas desde lo alto de la torre a la Plaza”.
Como medida preventiva estaba la posibilidad de construir un muro o contrafuerte, que debido a sus dimensiones hubiera ocupado gran parte de la placeta, dejándola inutilizable, cosa que no pudo realizarse por el repentino desplome, que se llevó con la torre la puerta principal de principios del Siglo XVII, el coro de tres arcos, el órgano y dos bóvedas de la nave, más una que hubo que derribar luego al estar muy dañada. El arquitecto diocesano estimó la parte dañada en 4/5 partes del templo, 529 m2.
El 23 de enero queda constituida la comisión pre-reconstrucción, que pese a sus esfuerzos, no consiguió devolver al templo su anterior aspecto, tanto en la portada, el coro (de un solo arco) y la torre, que difiere bastante del original tanto en decoración como en altura.
La torre actual consta de un cuerpo principal liso, y otros dos superiores decorados con pilastras cuadradas en las esquinas, creando un juego de entrantes y salientes. El cuerpo de campanas mantiene la forma del antiguo, salvo los vanos en los lados menores, que si que conservan las ménsulas invertidas. La baranda es de hierro, y solo hay una campana, refundida, que data de
1962, y que se toca desde el hueco de la escalera mediante una larga cuerda. Las tejas vidriadas son ahora verdes.
El
19 de mayo de 1963 se vuelve a abrir la Iglesia al culto, y el 7 de noviembre de 2000 recibe la categoría de
Bien de Interés Cultural.
Entre
2014 y
2018 la Iglesia se somete a una muy necesaria restauración, y con ella la torre, que incorpora dos nuevas campanas (para más información,
lean este artículo).
"Que cante mi poesía
¡Tobarra ya tiene Torre!
y en el último suspiro
que tu campana me doble."
Bibliografía:
-
“Sucedió hace 50 años”.
Luis Enrique Martínez Galera. Libro de Semana Santa de Tobarra, 2002.
-
“Recuerdos y vivencias de un tobarreño”.
Francisco Martínez Ortiz. Revista de Semana Santa de Tobarra, 1995.
Fotografías:
Juan Andrés Guirado
Baldomero Pérez Villena
José Rafael Navarro
Juan Salmerón Selva
Linares Sánchez
Juana García Monte
Archivo Rafael Damián Valero Alcañiz
Archivo Guillermo A. Paterna Alfaro
Diario ABC
Poesía:
Manuel Sahorí García "El Zoril"